miércoles, 30 de junio de 2010

Sólo los momentos


Fugaces resplandores de luz carmín
Los ojos derramando lágrimas negras
Tatuando de rimel la mejilla
Barato maquillaje para ocultar
Las ojeras de días y noches
El sol ya no es más que el nombre del bar
Que la alberga.
La luna está ahí siempre
Pero nunca nadie más la incitó a mirarla
Invitación, palabra olvidada, carente de sentido en su mundo
Suerte, ya nada dolía
¿Cómo duele si no se está?
Y algo en esa voz, en ese tono
Algo prohibido, algo lejano
Algo que solo puede permitirse una princesa
La luz carmín rompe el hechizo
Las lágrimas son polvo
Y ella, sólo un maniquí
El futuro, sólo los momentos

martes, 29 de junio de 2010

El prólogo de mi vida

Hoy me puse a hacer limpieza. No cualquier limpieza, sino de un viejo correo, una vieja dirección de correo electrónico que ya no uso, que la abrí creo que cuando tenía 16 años. Me seguían llegando a esa dirección muchos mails de spam, y varios autogenerados de la gente que aún la tenia guardada, cuando se metían en hi5 y esas cosas. Decidí que era hora de cerrarla, darla de baja. Pero había muchos mails guardados en ella, muchísimos sin importancia, pero algunos, 50 más o menos, que quería conservar. Guardé los de mi amigo de Holanda, guardé los de mi novio, cuando teníamos apenas 19 y 26 años, esa corta relación que mantuvimos, la antesala de la mejor de mi vida... y estaban esos mails, esos que me partieron en dos, los mails de Diego. No pude evitar leerlos, aunque eran muchos, no pude dejar de volver a leer eso que nos decíamos, esa amistad increíble, esa amistad de letras, porque nos habíamos visto apenas 4 veces en nuestras vidas, apenas 4... y te fuiste... Hoy, leyendo los mails, no voy a mentir, me cayeron varias lágrimas. Leer que siempre estabas ahí, que te entristecían mis penas, que te alegraban mis triunfos, que me contaste todos los tuyos. Me hiciste tan parte de tu vida como te hice yo de la mía, mi amigo. Sé que no hay nada que yo pudiese haber hecho, y que no hay forma de que leas esto, ni todo lo que te escribi... si te vi o no te vi, ya hoy no lo sé. Si te sentí varias veces, hoy es una sensación muy vaga, pero si te quise, seguro que aún te quiero, y cuánto. Sentí que te perdí un poco el día que nos dimos cuenta de que los besos no eran lo que esperamos, pero sentir realmente que te perdí, eso que sentí ese día que me enteré, mierda, eso no lo sentí nunca en mi vida, nunca. Perdí gente muy preciada nene, pero perderte a vos fue que me arrancaran medio corazón y lo pasaran por una trituradora de carne para hacer picada. Diego, mi amigo, mi confidente, mi Cortázar... Diego, mi prólogo. Siento que la que está en deuda con vos soy yo, por tu admiración y tus palabras de aliento. Porque me dijiste que querías escribir como yo cuando lo que vos escribías era infinitamente superior. Por el soporte, por la onda, por no dejarme caer, nunca, nunca, pero te caíste vos, te caiste a lo mas profundo, te dejaste ir... me dejaste. Suena muy egoista seguramente, pero no sé como expresar lo que significas en mi vida, aún hoy y para siempre.
Nada, hoy me acordé de vos, como muchos días de mi vida... me dejaste mucho, muchísimo... me dejaste semilllitas desparramadas por los cuentos, y me dejaste la llama de la creatividad prendida en el alma... me dejaste un par de miradas grabadas a fuego, y una canción en tu sillón, una canción que escuchamos mirando el techo... "de regreso, mirta, ya sabes 10 años a la sombra...". Las caricias sí eran lo que habiamos esperado, pero eran tan secas... tan ásperas... Diego, mi amigo, mi tinta, siempre vas a ser mi fuego para escribir, siempre me vas a estar completando páginas para ayudarme, y el prólogo, amigo, el prólogo lo escribiste en mi vida y en mi alma, te amo!

miércoles, 23 de junio de 2010

Uno no se da cuenta de las cosas que han quedado atrás, pero nunca se cerraron de la forma debida. Uno no se da cuenta de que muchas veces falta algo, una pequeña palabra, un pequeño acto, para poder cerrar esa caja. Pero a veces hasta que no llega, uno no s da cuenta de que la estaba esperando.
Hay mucha gente a la que le cuesta años darse cuenta de algunas cosas: de que dolió, de sus culpas y aceptarlas, examinarlas, redimirse, recibir el perdón de quien se necesite y lo más importante y difícil: auto-perdonarse. a veces el auto-perdón vale por el perdón del otro. Quizá los otros no tienen el poder de perdonar como uno, quizá nunca legue ese otro perdón, por rencor, orgullo, pero al auto-perdón vale más, nos deja limpios, nos deja en paz y felices, si realmente nos perdonamos, si fue sincero y visceral. Hay veces que la persona que debería absolver ya no está.
Yo creo que esto está ligado al propio conocimiento. Viene de la mano del propio dolor; es como la divina comedia. Se ve, se conoce y se siente el dolor en el infierno. Se purga, se piensa, se desmenuza y reconoce, y hasta se toca en el purgatorio, y se sana, se perdona, se aprende y se está finalmente en paz en ese paraíso de la mano de el ángel, la Beatricce de cada uno. Y se vuelve a la tierra una vez más, con la misma cara pero sin la antigua traba, sin el dolor, un poco más crecido, un poco más duro, exigente pero con mayor capacidad de ver lo bueno y cambiar lo malo. Hay que permitirse ese camino por la comedia, ese subir de nivel.
¿De qué sirve el rencor, el odio, seguir enojado con la vida si no nos hace mejores personas, no nos eleva el espíritu? si hay rencores porque hubo amor; es mejor dejar la herida limpia y que el día que cicatrice no sea más que recuerdo. Yo creo que siempre se trata de dejar ir. Todos deberíamos dejar ir un poco más.

martes, 22 de junio de 2010

Voces que susurran frío. Así me desperté esta mañana. salir de la cama significaba cortar un cordón umbilical, era lo más difícil que se me cruzaba por la cabeza. La gata me miraba al lado mío pidiéndome que le abriera la ventana, quería quizá irse a pasear, a comer, a lo que fuere, pero yo no podía ni sacar las manos de abajo de las frazadas. Esta mañana me duché, porque ayer no hice a tiempo, y pensar en el agua de la ducha me reconfortó, pero después... cuándo uno sale de la ducha? eso me acobardó más.
El dpia después de esa rutina matinal sigue su curso, hasta media mañana uno tiene sueño, y jura que al volver a casa se va a tirar un rato, cuando pasa un poco más el día y llegas a tu casa, ya no te querés tirar porque se te paso la fiaca, y a la noche amas la cama, y a la mañana siguiente vuelve a empezar...
nada, solo eso... me pasó esta mañana más que nunca.

miércoles, 9 de junio de 2010

Ese temor

Que se me seque el espíritu, uno de mis miedos. Quizá uno de los más fuertes por lo que este quiere decir; que me vacíe, que me convierta en alguien que no vuela más. Este temor está ligado a varios: perder mi visión, dormirme como tanta otra gente, dejar de encontrar la paz al abrazar un árbol, rendirme , y el eterno temor a encordecer. Ese clásico miedo a ser, por eso mismo, ser y no cuestionar. No ver lo que está implícito, y mucho menos lo que parece no estar. No sentirme tan desorbitada y ver el mundo desde muy lejos. No seguir tratando de entender qué es todo esto y porqué somos algunos los que "vemos", o queremos "ver", por qué hay tanta gente dormida, que sigue a la manada, que no se pregunta hacia donde está yendo; para cuándo va a guardar, y sobre todo no se da una oportunidad para preguntarse cuándo empezar a vivir y dejar de prepararse para eso. Porque, cuando hablás de algo que implica percepción, te miran como si hubieses perdido la cabeza en un viaje interestelar. El miedo a encordecer es temer dar ese paso hacia la cordura. Es mas fácil borrar estas preguntas y la inevitable discomformidad a la que llevan. Dejar de valorar más una mano sobre la tierra que dentro de un jacuzzi. Es más fácil dejarse llevar, dejar fluir y ya no pensar. Pero ¿se puede volver a eso cuando te despertaste? ¿se puede volver a dormir? Pero no es lo que quiero, porque aún en este continuo oscilar entre la plenitud y la carencia, me siento más viva que nunca. Me siento acompañada por gente con la misma visión, o que al menos la entiende y la vive, de otra forma, pero está tan alerta como uno. No sé si seremos los más o no, si seremos complicados por buscar más allá, pero es intenso y tiene sentido creer que esto no es todo; porque hemos sentido que hay más y cuando una mano invisible te toca, y los ojos que no están te invitan ¿cómo ignorarlos? Estoy lejos de encordecer y pretendo mantener siempre mi espíritu alerta. Si se seca significa, inevitablemente, la muerte emocional y física.