Cada vez me cuesta más. Cada vez es más triste el viaje de vuelta. Cada vez hay más cosas dentro mío que dicen "¡quedate!", pero no. No se puede de la nada, sin nada. Está bien que soy impulsiva, que quiero todo, que Buenos Aires cada día me gusta menos y muchas cosas, pero no, no puedo así. No es sano ni para mi ni para quienes se preocupan por mí. Aparte si lo puedo hacer bien ¿por qué hacerlo a las apuradas y sin bases? Ya lo sé, puedo ser coherente si quiero también, pero cuando los deseos no van al mismo ritmo que los recursos, se complica entender.
Acá alguien me dice que quizá pasa así porque no es el momento de irme, que yo no voy a saber porque pero no lo es. Lo único que sé es lo que siento, y siento que allá soy más libre, soy más yo, el simple hecho de respirar ese aire, de necesitar paz y abrazar un árbol, de que el bosque sea mi cable a tierra. El hecho de que no haya miles de edificios, ni taxis a lo loco, ni miles de bocinas, ni la 9 de Julio, ni corridas y la ciudad vestida de gris, de trajes grises porque así ha de ser. No es lo mismo. Despertarme a la mañana y sentir el olor a Pino mojado, eso es impagable. Si hay muuuuuuuucho silencio, el sonido del mar te abraza, te invade, te acoge a dormir entre sus aguas. Eso, el viento, la playa, la felicidad me inunda estando allá, y me dan ganas de llorar estando acá.
Nada, si sigo me subo al auto y me voy... por una vez en mi vida SÉ LO QUE QUIERO!!!!!!!!!! No voy a dejar que eso vuele, pase de largo, como tantas otras cosas.
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