Las llaves cayeron
del mantel
Llevándose la
efervescencia de la mesa
Dejando el calor
desparramado
Reposado en mi silla,
ahora vacía.
El ascensor eternizado
en el décimo,
Esperando que te
fueras, sin quererte llevar.
El trazo de tu rimel
dibujando una grieta
En el pecho, tatuado
de anillos
Del ritmo de las
palmadas, sin contar la excitación,
La fuerza, el aflorar
de colores mate,
Lento y visual, sangre
con aroma a papel
Que deja sentado
que ya no se vierte más.
La tinta de la
lapicera era más expresiva
Que la mueca impuesta
por no culpar
Al tiempo, a la
desazón,
Al cuatro de copas que
perdió la mano.
El ascensor bajó sin
vos, subió sin mí
Las llaves cayeron al
primero.
El cuatro, siempre
presente, nos tiró en la cara
Cómo la efervescencia
se fue
En el juego de
suicidarnos…
…Silencio.
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